jueves, 24 de febrero de 2011

PAISAJES CULTURALES, ESPACIOS DE FIESTA

“REPENSAR LA OCUPACIÓN DEL ESPACIO URBANO FESTIVO”
VALLE DE COLCHAGUA – CHILE

En la actualidad el Valle de Colchagua es la zona líder en la producción de vinos finos en Chile, lo cual le ha permitido convertirse en un importante destino turístico y de negocios. Al mismo tiempo la zona es famosa por sus fuertes tradiciones locales ligadas a la cultura huasa, agricola y y religiosa. El taller buscar enhebrar estos dos mundos, desarrollando proyectos urbanos que interactuen entre las actividades tradicionales de la zona y la ruta del vino.

El taller busca desarollar una serie de proyectos ligados al urbanismo, la cultura y paisajismo que logren congeniar una actividad tradicional, autentica, propia del lugar, con lo producido por el turismo vitivinicola. (Sin llevar a cabo la distinción entre lo verdadero y lo falso)

Los alumnos deberan reinterpretar el territorio mediante una serie de dibujos que contengan datos duros y datos blandos como base para una nueva manera de pensar la ciudad y el paisaje.

Los mapas, tradicionalmente, ofrecen control y certidumbre y sirven como agentes para la estabilidad cultural y geopolítica. Por el contrario, los mapas que deberan elaborar los alumnos deben resistirse a esta convención, funcionando de una manera diferente, como instrumentos de agitación y especulación .

Los mapeos deben ser proyectivos, no reduccionistas: no son los puntos de conclusión, sino más bien los puntos de partida. Estos deben ser mapas de qué puede ser, no de qué es. Tal como dice Jean Baudrillard: “El territorio ya no precede al mapa, ahora lo supera... el mapa es quien precede al territorio”.


“En aquel Impe­rio, el arte de la car­to­gra­fía logró tal per­fec­ción que el mapa de una sola Pro­vin­cia ocu­paba toda una Ciu­dad, y el mapa del Impe­rio, toda una Pro­vin­cia. Con el tiempo, estos mapas des­me­su­ra­dos no satis­fi­cie­ron y los Cole­gios de Car­tó­gra­fos levan­ta­ron un mapa del Impe­rio, que tenía el tamaño del Impe­rio y coin­ci­día pun­tual­mente con él. Menos adic­tas al estu­dio de la car­to­gra­fía, las gene­ra­cio­nes siguien­tes enten­die­ron que ese dila­tado mapa era inú­til y no sin impie­dad lo entre­ga­ron a las incle­men­cias del sol y los invier­nos. En los Desier­tos del Oeste per­du­ran des­pe­da­za­das rui­nas del mapa, habi­ta­das por ani­ma­les y por men­di­gos; en todo el País no hay otra reli­quia de las dis­ci­pli­nas geo­grá­fi­cas” .


Suá­rez Miranda: Via­jes de varo­nes prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658. (J.L.Borges)

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